EL AMOR de Primitivo Expósito Azabal
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Siempre había pensado que el amor era un espacio infinito y misterioso, como los cuadros de María Jesús Manzanares. Sin embargo, con el paso de los años, con la experiencia que te da la vida, mi pensamiento sobre el amor se torna ahora justo del revés de lo que siempre pensé. Creo que el amor es un espacio finito y abarcable, no es un hecho tan inmenso como él mismo nos quiere hacer creer o nos hace sentir.
Todos los seres humanos tienen una idea de cómo les gustaría ser amados, bajo qué circunstancias, en qué grado y de qué modo. Y todo aquello que salga de ahí descoloca de tal forma a la persona que comienza a sentir que el amor que recibe, sea el que sea y en la cantidad que sea, no es el correcto. Y aunque sea un amor inolvidable e irrepetible, deja de disfrutarlo porque está más pendiente de cómo moldearlo o de cómo acabarlo que de gozar con un presente único que la vida le regala.
Como sigamos conformando los presentes en base a ideaciones de vida y futuros idealizados, seguiremos generándonos enormes vacíos que nos impedirán vivir justo, justo hasta morir. Y así nuestra vida pasa sin ruido, pero apretando intensamente. De hecho, no hay nada que golpee más fuerte y con más firmeza que la propia vida, que nuestra vida propia.
El amor es un arma letal que siempre llega, no ya sólo cuando él quiere, sino como él quiere. No conozco amor que no haga sufrir, que no tenga un costo elevado, que no arrase el camino que recorre, que no tenga una meta incierta, que no desgaste, que no deje cicatrices dolorosas y muchas veces imposibles de cerrar. Y si algún amor se presentara en otras circunstancias, entonces ya somos nosotros los que nos encargamos de descuadrarlo y hacerlo transitivo hacia los estados anteriormente reseñados.
Me baso en observaciones directas de cuantos seres me rodean para afirmar esto que escribo, pero la observación también es un método científico. Además, está claro que el propio ser humano no está capacitado para vivir un amor en estado puro, un amor ideal. Siempre acogemos al amor bajo sospecha. Si es negativo, que no nos conviene, la fatalidad es visible y vamos recibiendo los fuertes golpes como buenamente podemos hasta que nos noquea y los vaciamos con chorros de vida. Y si el amor es positivo, nosotros recibimos órdenes para reaccionar contra él y dudar, desconfiar y recelar. Pero dejarnos llevar y disfrutarlo plenamente, eso jamás. Pasamos la vida salvaguardándonos de sentimientos y, justo en esa protección que nos damos, amputamos vivencias que podrían llegar a ser simple y llanamente INOLVIDABLES.
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