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Suma 

Hojeo Guardas, el libro que acaba de publicar María Jesús Manzanares, y tengo la impresión de que sus páginas encierran, condensan, registran, mucho de lo que, en sus más de dos décadas de trayectoria, ha venido siendo como artista.

Su factura, cuidada al detalle, es muestra el interés que siempre ha tenido por el libro como objeto, como obra de arte, y que ya demostró en el diseño de las entregas de la colección Alcancía o en los catálogos de muchas de sus exposiciones. Su formato, y el material que soporta las obras que contiene, elaboradas sobre libros de entrada, salida, almacén o registro de los diferentes silos en los que trabajó su padre desde 1955, son ejemplo, una vez más, de su diálogo con el tiempo, con la tradición, con artes y oficios que relegados a las salas de los museos etnográficos. Diálogo con un tiempo en el que el mundo se registraba a mano, laboriosamente, con elegante caligrafía (esa forma tan oriental de arte), pero también diálogo con una tradición, la de tipógrafos, cajistas e impresores, que está a punto de desaparecer, sustituida por procesos de impresión mecanizados. Con su mirada atenta a la belleza de las cosas, María Jesús nos hace reparar esta vez en el potencial plástico, estético, de aquellos viejos libros contables, elaborados con esmero y pulcritud, sobre cuyas hojas, hoy amarillentas, acaba por hacer recuento de sus intereses como artista, confeccionando así los diez libros o capítulos que contiene Guardas: “Madre”, “Naturaleza muerta”, “Paisajes de papel I y II”, “Cactus”, “Paisajes quemados”, “Diligencia”, “Mujeres sin rostro”, “Dibujar el tiempo” y “Juguetes”.

En ellos están la relación entre madre e hija; el dibujo de tallos y hojas secas como símbolo del paso del tiempo; la reflexión sobre nuestro lugar en el mundo y sobre el paisaje como forma de ser y estar; el diálogo con la caligrafía en la reducción de cactus a trazos unas veces sutiles, otras vigorosos; la potencia generadora del fuego; la muerte y la voluntad de crear a partir de sus restos; el grito, la protesta, la indignación por la cosificación, por la relegación que, durante tanto tiempo, ha sufrido la mujer; el paso del tiempo y nuestra relación con el pasado y el futuro; y su interés por los juguetes como objeto o soporte de elaboración artística. En ellos están la tinta china, el lápiz de color, el grafito, el acrílico, el rasgado, el frottage, los degradados, troquelados y estampaciones, resumen de las distintas técnicas utilizadas en sus experimentos con el papel. Y en ellos están también sus referentes, artísticos, literarios y filosóficos, de los que va dejando constancia en los textos breves que abren cada entrega, y en los que destaca su diálogo con otras mujeres, de Emily Dickinson a Angélica Liddell, de Sonia Delaunay a Eva Lootz, de Tokuyama Gyokuran a Kiki Smith, como una forma, también, de reivindicar el papel, tantas veces silenciado, de la mujer en el arte, la literatura y el pensamiento.

Uno observa Guardas, su formato grande y apaisado, su aspecto sólido, que recuerda al de aquellos viejos libros contables a los que la autora rinde homenaje, y le parece un objeto conocido, familiar. Luego lo hojea y piensa que no puede haber nada mejor para dibujar un tallo que un estadillo de movimientos de trigo, que qué mejor soporte que las hojas de un libro de registro para construir paisajes a golpe de espátula, que qué mejor que las páginas numeradas de un libro de actas para hacer recuento de las humillaciones sufridas por la mujer. Lo que quiero decir, en definitiva, es que en sus experimentos con el pincel, la espátula, el lápiz o el fuego y las distintas texturas de papel, la artista alcanza, de nuevo, una suerte de naturalidad, de estar ahí sin artificios, que me parece atributo de las grandes obras de Arte. Quizá por eso, cuando te enfrentas a Guardas, lo contemplas también con naturalidad, como si no fuese más que un libro de registro, como tantos que hay, en el que alguien ha hecho recuento de lo que sucede, de las cosas que almacenamos, de las que nos llegan, de las que se nos marchan, una naturalidad, a fin de cuentas, que, como digo, es signo de que nos encontramos, una vez más, en este nuevo trabajo de María Jesús Manzanares, ante una indiscutible obra de Arte.

Publicado  el 11 de junio de 2021 en https://planvex.es/web/2021/06/suma_manzanares/#more-97440

Libro de artista




Mujer, cierra los ojos

¿no escuchas?

el viento mueve la veleta

gira y gira sin parar

pasan los gatos reptando la cornisa

la silla está dispuesta

el camino acolchado

y la sangre latiendo

¿no escuchas?

no vendrás



Emilia Oliva



Muros húmedos




 De Álvaro Valverde    http://mayora.blogspot.com/


CALLES SECUNDARIAS
Para María Jesús Manzanares




Esta ciudad pequeña en la que vivo

carece de lustrosas avenidas,

de ensanches que merezcan dicho nombre,

de bulevares, travesías, rondas

como en las urbes que llamamos grandes.

Esta es una ciudad de callejuelas,

de callejas oscuras y pasajes umbríos,

de callejones con olor a orines

y recovecos entre muros húmedos.

De rúas y de calles sin aceras

con estrechez de zoco o judería

más propias de lugares de otro tiempo.

De origen medieval, ese trazado

es propicio al paseo y al silencio,

a las divagaciones y derivas,

a perderse sin más entre las ruinas

de un nimio, inextricable laberinto.



(Publicado en el nº 4 de la revista Isla de Siltolá, Sevilla, 2011)


Pinceladas de SONSOLES sobre SEDIMENTOS




Ya sabes que mi relación con el arte es más intuitiva que entendida, e imagino que por eso, necesito interpretar a mi manera lo que veo. Me gustan mucho los poemas elegidos. Se podría decir que en esos once cuadros está la vida, pero en dos de ellos, en los que hay una sola figura con otra al lado, podría estar mi vida, o todas las vidas. Una figura real y una sombra, es decir lo visible, lo que enseñamos y lo que los demás desconocen, lo que escondemos, lo que nos atormenta o nos sacude. Todo eso que está y no se ve, pero que forma parte también de lo que somos. Por eso me veo yo, o a ti, o a mucha gente.

Y probablemente es distinto a lo que tú pensaste o imaginaste al hacerlos.

La tela que lleva las tijeras, que corta ese hilo, o esa especie de cordón umbilical, es hasta difícil de mirar. UFFF!


Estos trabajos tan personales me producen una mezcla de agradecimiento, por lo que tienen de dejarnos mirar en el interior del autor y de desasosiego justo por lo mismo, de culpa como cuando te asomas a mirar por la ventana de una casa que no te pertenece.


Al ver estos cuadros, me acuerdo de ti y me pasa lo mismo que cuando observo a cierta persona pequeña y grande a la vez que vive conmigo, y que se pierde con mucha frecuencia en un mundo que no comparte con nadie. Entonces, me pregunto ¿ QUE HABRÁ DENTRO DE ESA CABEZA?

Sonsoles González Romera

( Sonsoles es madre y escritora de cuentos maravillosos y ha aceptado que publique esto en mi blog. Gracias amiga).
 
 
 
"Culpa"


La madeja de la culpa devana hilos tan complejos, teje lienzos tan dispares, que parece imposible desentrañar la intrincada maraña de sus sutilezas. En ocasiones, por ejemplo, es la condena y no el delito quien convierte al acusado en culpable. Ciertas personas, a veces, «siguen siendo culpables no sólo más allá de la absolución, sino incluso más allá de la misma inocencia». En contrapartida, por tanto, no es de extrañar que, en otras ocasiones, la negación del perdón pueda convertirse en una legitimación de la ofensa previa."

Gonzalo Hidalgo Bayal. 1.06.11 http://bayal.blogspot.com/2011/06/culpa.html



EN – RED – A – DOS: los remiendos de Mª Jesús Manzanares

Mª Jesús Manzanares ofrece en esta ocasión –por primera vez en el Museo Etnográfico Textil de Plasencia y en la nueva Sala El Brocense de Cáceres-, bajo el sugerente título de enredados, una serie de creaciones que conforman un discurso narrativo y conceptual articulado en torno a la memoria. Sus creaciones se distribuyen por la totalidad del espacio expositivo, lo ocupan y lo transforman en un lugar mágico, casi ritual, donde se palpan evocaciones, resonancias y destellos. Es también un espacio híbrido donde se confronta lo natural con lo artificial, donde lo particular coexiste con lo colectivo, y el pasado es redibujado por el presente.

La obra de Mª Jesús es fruto de una poética reflexión interior que se traduce en trabajos técnica y conceptualmente muy actuales. Plantea un juego provocador ante el que el visitante se siente impelido a reaccionar y en el que se ve envuelto sin quererlo. Sus creaciones interactúan con los recuerdos personales, redescubriendo referencias casi olvidadas, sepultadas en los rincones del inconsciente, generándose así universos paralelos abiertos a múltiples lecturas en un movimiento envolvente entre el pasado, el presente y el futuro.

Todo tipo de materiales reutilizados conforman la base de su obra. Pero esta materia prima, previamente trabajada por otras manos, vivida y usada en otros contextos –y por ello portadora de fragmentos de cotidianidad de la memoria colectiva y/o individual, en la que se mezclan amores y desamores, ausencias y presencias, encuentros y desencuentros, risas y lágrimas realidades y sueños…- es de nuevo manufacturada por la autora en un acto reverente/irreverente. Así, dibujando, tejiendo, cosiendo y pegando, matiza y recrea lo existente y otorga a estas materias un estatus diferente del que emergen con una nueva vitalidad. Un significado poético-artístico intencional es añadido por Mª Jesús a la obra anónima, funcional y simbólica preexistente.

Todo en esta exposición trasmite contrastes: el concepto contemporáneo creativo casi experimental de Mª Jesús se superpone y combina con las manipulaciones previas reconduciendo los ecos de la memoria; la significación simbólica de la monocromía - blanco impoluto o negro rotundo- se rompe con policromías de vibrantes tonalidades; amplios formatos conviven junto a pequeños cuadros, íntimos e intimistas; lo barroco de algunas creaciones se contrapone a la manipulación sutil de obras apenas transformadas.

Pero también se vislumbran algunas constantes: el uso de soportes bien diferentes pero todos previamente elaborados, portadores de referencias que trasmiten la necesidad irrenunciable al arraigo y a la memoria, concepto que Mª Jesús acentúa añadiendo nuevos valores expresivos y vitales. La manipulación sobre ellos de una serie de materiales –telas, lanas, hilos, fibras vegetales, dibujos- , siempre cercanos a la materia prima natural, que sabiamente manejados reviven escenas cotidianas, evoca ambientes. La indagación sobre la textura de la materia; la búsqueda constante de la armonía y el ritmo; la generación de series, a modo de capítulos de episodios inacabados, donde figuras que se enmarañan redescriben significados y nos enredan en conexiones íntimas, nos propone un viaje interior, de fuera a dentro y de ayer a hoy.

Aurora Martín Nájera

Directora Museo Etnográfico Textil Pérez Enciso

Plasencia, septiembre, 2009




CÉSAR MARTÍN ORTÍZ

Los cielos de Velázquez, cielos de El Greco

A María Jesús Manzanares


De pequeño aprendí a identificar los cielos de Velázquez y los cielos de El Greco en las ilustraciones de los libros de Gregorio Marañón que había en casa. En casa se apreciaba mucho al doctor Marañón porque mi padre también era médico y el doctor Marañón era una especie de fetiche para todos los médicos, una prueba de que se podía ser médico sin ser sólo médico o siendo algo más que médico. Los médicos siempre han sufrido en su soberbia al pensar que no saben más que medicina, y esto no tendría nada de humillante para cualquier otro profesional, pero en la época de la juventud de mi padre, o quizá en la de los maestros de mi padre, estaba muy extendida una máxima según la cual los médicos que sólo saben medicina ni siquiera saben medicina. La máxima cundió, ya digo, porque quienquiera que fuese su autor supo acertar con ese timbre paradójico y algo desafiante, o chulesco, que no les da más verdad a las máximas, pero sí más aire de verdad y más éxito en el recuerdo general. Lo que tal vez no aspiró a pasar de frase ocurrente, o fue cierto en un contexto efímero, se convirtió en verdad universal gracias a lo atinado del desplante expresivo, es decir gracias a la poesía, y aquí tenemos a los médicos como mi padre preocupados por no entender más que de medicina, y por tanto ni de medicina, y leyéndose los libros del doctor Marafión, que entendía de muchas y muy diversas cosas.


Había libros de bolsillo de la colección Austral, como el de Don Juan y el de Enrique IV el impotente, a quien por cierto yo, desconocedor del sentido específico de la palabra impotente, aunque no del genérico, imaginaba como un pobre hombre al que todo le salía mal, por manazas. Éstos eran los libros que compraba mi padre para leer, pero aparte estaban los de lujo, de tapa dura y gran tamafio, con ilustraciones y brillantes sobrecubiertas satinadas, que por lo general provenían de regalos. En aquel entonces siempre se quedaba bien con un médico regalándole una edición cara del doctor Marafión, quien nos avizoraba desde la foto de la solapa con sus cejas masculinas, su pelo de Carlos Gardel y su traje de lino elegantemente arrugado, como para dar a entender que él no era un petimetre.

Y en estos libros fue donde yo aprendí que hay cielos de Velázquez y cielos de El Greco, que por otra parte es todo lo que sé sobre cielos. Los cielos de El Greco son esos que tienen nubarrones negros desgarrados en los bordes, como trozos de cartulina rotos de cualquier modo por una persona de carácter irritable; cielos tremendos, de mucha circunstancia y escenografía pavorosa, a los que uno imagina en constante torsión, revolucionados por vendavales impetuosos que zarandean a las nubes y de cuando en cuando dejan asomar un rayo de sol que, lejos de dulcificar el espectáculo, nos lo hace aún más agorero. Son cielos de gran altura, necesitados de ocupar mucho terreno,doblemente tremebundos por su formulación impresionante y por su grandor; cielos que siempre prefieren organizarse sobre paisajes quebrados y despeñaderos rocosos que les hacen un poco de réplica o de imagen simétrica, y que sobre una llanura castellana, por ejemplo, donde no existe el vértigo de las honduras, nos causarían inmediatamente un vértigo de altura y tendríamos que ir cabizbajos para no mareamos.

Los cielos de Velázquez son esos otros cielos con mucho matiz tornasolado de rosa, verde, malva y naranja, con alguna nube estéticamente dispuesta, nubes blancas como estelas medio borradas, como recuerdos de estelas, y todo ello envuelto en un aire lejanísimo en el que flota un polvillo dorado que es el de los caminos manchegos y las ferias y las verbenas rurales de antaño que todavía no se ha posado. Los cielos de Velázquez son cielos de atardecida y esencialmente madrileños, aunque pueden contemplarse casi en cualquier lugar del mundo, si bien con algunas condiciones. Son como una coagulación súbita del ajetreo cromático y térmico de la tarde, como un retrato que la tarde se hace a sí misma cuando se cansa de tanta faena y el aire de la sierra vecina la deja como respingada y sin saber para dónde tirar. Por eso, una sierra cercana es necesaria, o muy conveniente, para que haya cielos de Velázquez, porque es ese airecillo frío de la sierra el que los paraliza en una pose lo bastante larga como para que Velázquez pudiera pintarlos del natural. El Greco se ve que los pintaba de memoria.

Y esto es todo lo que sé sobre cielos, porque soy un autodidacta de los cielos y nadie se tomó la molestia de enseñarme a distinguir otros. Luego he visto en libros de arte los de Gainsborough o los del Canaletto, que me han gustado, pero ahora ya estarde: los diversos tipos de cielos deben aprenderse en la infancia, en caso contrario siempre parecerán un saber postio y pedantesco, sin arraigo en la vida de uno. Dos cielos no es mucho, pero puedo asegurar que a lo largo de mi vida los cielos de Velázquez y de El Greco me han servido para salvar una conversación con alguna sefiorita y para iniciar a mi hijo desde pequefio en este terreno como otros padres inician a sus hijos en la micología. O simplemente para decirme, cuando estoy solo como ahora: mira, un cielo de Velázquez ; hombre, un cielo de El Greco.


César Martín Ortíz Paso de Contarlo Ed. Alcancía 2004




EL AMOR de Primitivo Expósito Azabal

http://peazabal.blogspot.com/2010/07/el-amor.html



Siempre había pensado que el amor era un espacio infinito y misterioso, como los cuadros de María Jesús Manzanares. Sin embargo, con el paso de los años, con la experiencia que te da la vida, mi pensamiento sobre el amor se torna ahora justo del revés de lo que siempre pensé. Creo que el amor es un espacio finito y abarcable, no es un hecho tan inmenso como él mismo nos quiere hacer creer o nos hace sentir.



Todos los seres humanos tienen una idea de cómo les gustaría ser amados, bajo qué circunstancias, en qué grado y de qué modo. Y todo aquello que salga de ahí descoloca de tal forma a la persona que comienza a sentir que el amor que recibe, sea el que sea y en la cantidad que sea, no es el correcto. Y aunque sea un amor inolvidable e irrepetible, deja de disfrutarlo porque está más pendiente de cómo moldearlo o de cómo acabarlo que de gozar con un presente único que la vida le regala.



Como sigamos conformando los presentes en base a ideaciones de vida y futuros idealizados, seguiremos generándonos enormes vacíos que nos impedirán vivir justo, justo hasta morir. Y así nuestra vida pasa sin ruido, pero apretando intensamente. De hecho, no hay nada que golpee más fuerte y con más firmeza que la propia vida, que nuestra vida propia.



El amor es un arma letal que siempre llega, no ya sólo cuando él quiere, sino como él quiere. No conozco amor que no haga sufrir, que no tenga un costo elevado, que no arrase el camino que recorre, que no tenga una meta incierta, que no desgaste, que no deje cicatrices dolorosas y muchas veces imposibles de cerrar. Y si algún amor se presentara en otras circunstancias, entonces ya somos nosotros los que nos encargamos de descuadrarlo y hacerlo transitivo hacia los estados anteriormente reseñados.



Me baso en observaciones directas de cuantos seres me rodean para afirmar esto que escribo, pero la observación también es un método científico. Además, está claro que el propio ser humano no está capacitado para vivir un amor en estado puro, un amor ideal. Siempre acogemos al amor bajo sospecha. Si es negativo, que no nos conviene, la fatalidad es visible y vamos recibiendo los fuertes golpes como buenamente podemos hasta que nos noquea y los vaciamos con chorros de vida. Y si el amor es positivo, nosotros recibimos órdenes para reaccionar contra él y dudar, desconfiar y recelar. Pero dejarnos llevar y disfrutarlo plenamente, eso jamás. Pasamos la vida salvaguardándonos de sentimientos y, justo en esa protección que nos damos, amputamos vivencias que podrían llegar a ser simple y llanamente INOLVIDABLES.
 
 
Jose García Alonso escribió


Las muñecas de tía Rosario lloran (María Jesús Manzanares y Juan Delgado López)

Me envía María Jesús Manzanares el libro que, editado por Alcancía, forma parte de su exposición Las muñecas de tía Rosario lloran. No es un catálogo, es un libro en toda su extensión. Las imágenes, obra de María Jesús, y los poemas, cargados de una voluptuosidad colérica en ocasiones, solitaria y tierna en otras, que Juan Delgado López ha cosido –manejando los mismos hilos que tanto gustan a Manzanares- a esas imágenes, hacen de esta publicación un lujo. Es una pena que el poeta, recientemente fallecido, no haya podido tener este libro en sus manos, seguro que le habría gustado. ¿Y qué decir de María Jesús? Ya he escrito en este mismo blog alguna vez lo interesante –excelente- que me parece su obra. Este nuevo trabajo, Las muñecas…, no hace sino confirmar que nada hay de casual en su labor creadora, nada de ocurrencia gratuita –tan en boga en los tiempos que corren-. Toda su obra, al menos en mi opinión y desde que yo la conozco y sigo, obedece al hacer profundo y meditado de una creadora que sabe en qué dirección quiere buscar y qué instrumentos quiere usar en esa búsqueda, al hacer de una creadora que, consciente plenamente de sus saberes, ama desconocer lo que puede aparecer en esa ruta que se ha trazado, lo que puede descubrir usando aquellos instrumentos. Es como si su obra aspirase a posarse siempre sobre la parte, por decirlo de algún modo, indocumentada de la vida. Así, cualquier conocimiento no tiene otro fin que seguir arañando en lo desconocido. Como si no hubiera espacio ni tiempo para la contemplación, sólo lugar y tiempo para la búsqueda. Y esa indagación honda y desasosegada de lo ignorado es lo que nos muestran sus instalaciones, sus cuadros, sus imágenes y esos objetos y figuras que caben a la vez en lo moribundo y en lo vital y hace tan atractiva su obra. Más allá del poder visual y estético de sus creaciones, que es mucho, más allá de que nos hablen de amor, violencia o memoria, su gran riqueza es esa invitación continua e inquietante a entrar en el abismo desconocido que respira olvidado bajo la piel de cada uno de nosotros, a entrar en el bucle imparable del qué y del por qué. Para mi gusto, arte –y acaso algo más- en estado puro.

Jose García Alonso http://garciaalonso.blogspot.com/

Gracias Jose, es una suerte tener amigos como tú.
 
 
las muñecas de tía Rosario lloran




Las muñecas de tía Rosario lloran. Como quiera que te cuente el cuento el final es el mismo. Si eliges la ternura, si escoges la pasión, si caminas la levedad del sueño, si gritas la soledad humana, si te hieres en inventar absurdas filigranas, si fabricas mentiras, si lloras porque quieres o porque se te hace un nudo en la garganta… Si es fea la realidad, si finges arbitrarias pasiones, si cantas ríes o gozas, si amortajas la vida con inconformidades, si no te abres a la libertad, si le pones cerrojos a la puerta del arte… Si te haces porcelana o cartón o acero o plástico o látex o materia de sueño… Las muñecas de la tía Rosario lloran.



Último poema de Juan Delgado para el libro "Las Muñecas de tia Rosario lloran"
 
 
 

domingo 11 de enero de 2009

Puntada a puntada (María Jesús Manzanares)


El Barrio Húmedo, la Plaza de San Martín, se ha convertido en los últimos tiempos en hábitat para noctámbulos de fin de semana, cuando se convierte en escenario tumultuoso y festivo. Pero los demás días, en invierno, con las sombras de la noche comenzando a llenar de misterios los recovecos de las viejas callejas, incluso da un poco de miedo encaminarse a los centros culturales que allí se ubican. Quizá por ello, la sala de exposiciones de la Casa de las Carnicerías, se ha convertido en un lugar con cierto toque marginal, y las actividades que en ella se desarrollan pasan muchas veces desapercibidas.

Estos días bajo los amplios arcos del patio de la vieja casona .hay actualmente una exposición que merece toda la atención del mundo. Se trata de una singular muestra de la artista extremeña María Jesús Manzanares, en la que se demuestra que hay muchas formas de entender el arte, siempre y cuando se tengan las dotes precisas de imaginación y de capacidad para convertir cualquier material en una obra artística.

María Jesús Manzanares utiliza materiales de su herencia cultural y familiar como el corcho, el jabón y la lana. La autora diseña en sus obras una escenografía en la que, con representaciones metafóricas del rito, busca naturalizar el cuerpo a partir de lo desnaturalizado, llegando a la vinculación de arte, vida y naturaleza. “En mi obra -comenta- se refleja parte de la experiencia que adquiero a través de lo veo y siento, en donde esta experiencia personal casi siempre se combina con una critica social”.

Son espectaculares sus creaciones a base de vellones de lana recién esquilados, sin ninguna manufactura, que unas veces convierten en sugerentes cuadros de grandes dimensiones y otras, una vez pasados por diferentes tintes, en espectaculares esculturas. Pero María Jesús Manzanares, juega con muchos más elementos, con collages en los que intervienen el bordado y la simple costura, unas veces en precisas puntadas manuales y otras con la torpe belleza de la máquina de coser. Y también con elementos pictóricos tradiciones que añaden texturas clásicas a sus personales trabajos.

Que nadie piense que con estos elementos la artista realiza obras de simple artesanía, los suyos son cuadros y esculturas de la mejor escuela vanguardista, obras llenas de fuerza, color y, lo más importe, de una gran originalidad.

María Jesús Manzanares, nace en Cáceres el 18 de Marzo de 1970. Es Licenciada en Bellas Artes, en la especialidad de Pintura, en la Facultad de Salamanca, y actualmente vive en Plasencia en donde es profesora de Dibujo en Educación Secundaria.

Publicado por Marcelino Cuevas en 9:15

Etiquetas: Caja España, Crítica de Arte
 

 
PRENDER-SE


María Jesús Manzanares



Esta exposición nace de la necesidad de transmisión entre el pasado y el presente para recuperar del arriago y del rumbo de la existencia lugares, personas y experiencias que hoy no están. Por un lado presento una instalación “entre sábanas” que consta de 6 vestidos negros con sus 6 pares de zapatos, y seis maletas con luz y un vestido de papel en el interior de cada una de ellas, en el que se graba una palabra, un poema visual: amado, efímero, antes, durante y después, te extraño…De este modo hago partícipe al espectador de aquellas personas que habitaron esos vestidos y que ya no están. Sus maletas son el alma que brilla y que han emprendido un viaje de ida y sin regreso.

Por otro lado, y abrazando esta instalación, encontramos una serie de obras que llevan como título: “Hilos, aguja y dedal”. Son cuadros y tapices realizados con telas sedas, cosidos o tejidos con linos muy antiguos, estopas, algodones… cuyo uso en un pasado fue muy distinto. Estas telas sirvieron como sacos para el trigo la harina o como fundas de colchones. Con todo ese componente arquelógico de la memoria y con todos los remiendos y zurcidos de la materia pretendo dar una versión más humana, más doméstica y más terapéutica del arte. Son obras producidas por la experimentación, que tienen un alto contenido de introspección sicológica y de recuerdo personal

Prender-se es una exposición vinculada fuertemente con el contenido de este museo y con el espacio que lo alberga. Prender-se para quedar prendido o prendado o unido al pasado o para echar raíces desde el recuerdo melancólico y del futuro confiado.



MUSEU FRANCISCO TAVARES PROENÇA JÚNIOR. CASTELO BRANCO

Del 17 de abril al 30 de mayo 2009