La materia volátil atrapada en el telar del tiempo.
...María Jesús Manzanares pone de manifiesto, con suave reflexión, la incoherencia de la noción occidental de autor a través de sus obras. Al sustituir el lienzo del cuadro por la tela de costales originales firmados por los tejedores que los fabricaban, mina, de entrada, la autoría del propio cuadro. Desvela, señala, que su cuadro se engarza en el trabajo de los que la precedieron. Si temáticamente lo expresa a través de la metáfora de la maternidad, la matriz y la vulva, que se convierten en símbolos de lo permanentemente unido por lazos invisibles; plásticamente, el símbolo de ese culto a la tradición lo constituye el cordón o hilo que se enrosca y extiende más allá del motivo que lo hace necesario. A modo de cordón umbilical no cortado, desborda las figuras, y hasta se sale del cuadro. El espacio del cuadro no tiene límites. La vida se fusiona en la tela que viene cargada con el espesor del tiempo. Los costales –como seres vivos- exhiben las cicatrices de sus múltiples avatares: zurcidos, desgarros, perforaciones, manchas de óxido que dan cuenta de una historia evocada y no transcrita. De algún modo, al hacer visible esa superposión de tiempos, el cuadro funciona como un yacimiento arqueológico que nos permite leer en profundidad, no sólo en superficie. De ahí que todos los materiales empleados vengan impregnados “de antiguo”. Los brocados de los colchones, las telas de los costales, los lienzos de antigua factura…; no le sirve a la exploración iniciada cualquier tela: debe ser tela con trazos del paso del tiempo, porque es el tiempo el personaje central del cuadro...
Emilia Oliva, 2008

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